Un Sultán soñó que había perdido todos los dientes. Después de despertar, mandó llamar a un sabio para que interpretase su sueño. "¡Qué desgracia, Mi Señor! Cada diente caído representa la pérdida de un pariente de Vuestra Majestad", dijo el sabio. "¡Qué insolencia! ¿Cómo te atreves a decirme semejante cosa? ¡Fuera de aquí! ¡Que le den cien latigazos!", gritó el Sultán enfurecido.
Más tarde ordenó que le trajesen a otro sabio y le contó lo que había soñado. Este, después de escuchar al Sultán con atención, le dijo: "¡Excelso Señor! Gran felicidad os ha sido reservada. El sueño significa que sobrevivirás a todos vuestros parientes". Se iluminó el semblante del Sultán con una gran sonrisa y ordenó que le dieran cien monedas de oro.
Cuando éste salía del Palacio, uno de los cortesanos le dijo admirado: "¡No es posible! La interpretación que habéis hecho de los sueños es la misma que el primer sabio. No entiendo porque al primero le pagó con cien latigazos y a ti con cien monedas de oro. El segundo sabio respondió: "Amigo mío, todo depende de la forma en que se dice."
Uno de los grandes desafíos de la humanidad es aprender a comunicarse. De la comunicación depende, muchas veces, la felicidad o la desgracia, la paz o la guerra. La verdad puede compararse con una piedra preciosa. Si la lanzamos contra el rostro de alguien, puede herir, pero si la envolvemos en un delicado embalaje y la ofrecemos con ternura ciertamente será aceptada con agrado."
En la educación de nuestros hijos somos objeto de continuas preguntas, especialmente los adolescentes, que cargados de inseguridades, buscan respuestas inmediatas. Hay que saber responderles:
1. Nunca les dejéis alguna pregunta sin contestar. Puede que en ocasiones vengamos cansados del trabajo, pero eso es parte de nuestra tarea de padres. Aunque la respuesta sea un "lo desconozco o lo ignoro" pero que salga de una profunda atención a sus preguntas.
2. Responder con fortaleza no conlleva una respuesta desagradable y de malos modos. El segundo sabio de la leyenda le dijo lo mismo, lo importante es saber no impacientarse aunque las preguntas sean en ocasiones impertinentes.
3. Decirles siempre la verdad, las mentiras piadosas no existen, esto les ayudará a tener siempre en los padres una luz clara donde mirar y una fuente de confianza fiable a la que acudir cada vez que tengan un problema.
4. Responderles de un modo optimista y alegre, haciéndoles ver la importancia y la belleza que conlleva el cumplimiento de las obligaciones para ser buena persona y querer hacer las cosas bien, más que con un acento de resignación que es palabra poco generosa.